lunes, 26 de marzo de 2007

Como no puedo ir, les envío esta banda sustituta.




Todo comienza así: Un leve sonido, un susurro tenue y corto -“We came in”- da paso a un sorprendente juego de guitarra, bajo, sintetizador y batería, al que se le suman sonidos de ambiente. Se perfila entonces la canción que da la bienvenida rimbombante al álbum musical que sale a la luz en el año de gracia de 1979, instrumentada por la banda cuyo nombre es la combinación de los apellidos de dos músicos de “blues”, hijo de la desesperación de un huérfano de la guerra ¿Debería ir al espectáculo?.

Se dice que esta pieza maestra del rock surgió como una idea de aquel huérfano que vino hace poco a Colombia. Cansado de la rutina de ser una estrella rutilante del proscenio rock, deseó separar al público de sus conciertos con una pared para que no le molestasen mientras junto a la banda articulaba las canciones compuestas en su “desesperación taciturna”. Allan Poe razona, en alguno de sus cuentos, que la secuencia por la cual se llega de una idea a otra está llena de vericuetos; pues bien, la idea de separar los músicos del público se convirtió en aquella gran colección de canciones que versan de la sobreprotección materna; de la guerra; de las putas; del consumismo; del desamor; del aislamiento; del gobierno; de la educación; entre otras cosas, pero sobre todo de la guerra que nos separa.

Todo termina así: Después de un juicio, en el que el juez “caga” al acusado, los niños juegan con los escombros del muro que construyó Don Roger Waters, Esq. a quien, como dice la vetusta canción, maldita sea mi suerte, no pude ver.

Quod scripsi, scripsi.

Banda sonora