miércoles, 14 de febrero de 2007

Esther Kikushima


El nombre de Esther Kikushima llegó una tarde de viernes. Estaba sentado viendo la ventana y pensé: La ventana proyecta, las imágenes reales estan dentro del vidrio y no a un lado de este. El pensamiento no me condujo a conclusión alguna (Ahora que medito, la conclusión habría de justificar esa atípica sensación). En un instante estaba pensando en otra cosa: Llegué a creer que existe un número finito de melodías compuestas en un piano. Para tal fin consideré un lapso finito de dos minutos en los cuales una sola nota debería existir en intervalos de un segundo (cálculo fácil: 120 en total). Creí que la escala de notas era también finita y justo cuando trataba de precisar el número que me llevaría al cálculo buscado el nombre de Esther Kikushima irrumpió. Menciono esto porque esa tarde traté vanamente de hallar el esquema mental por el cual llegué a pensar en tal nombre.

Esas dos palabras se replicaron en mi cabeza de forma tal que pensé articular dentro de mi un idioma que sólo necesitaba de las sílabas que componen ese nombre. Llegó entonces la noche, Esther; llegó después el día, Kikushima, la tarde; otra vez la tarde y otra vez Esther Kikushima; suspiré.

Una mañana, justo después de despertar llegué a la idea de que un día lograría a través de una tarea artística no precisada, constituirme en alguien de elevado prestigio intelectual y que el nombre había irrumpido ese fatídico viernes en mis pensamientos de manera premonitoria: Esther Kikushima sería la viuda que se quedaría con los derechos de la autoría de mis obras. Si Maria Kodama (Viuda de Borges y de padre japonés) y Yoko Ono (Viuda de Lennon y flor de Japón) habían gozado de retribuciones económicas por sus matrimonios, ¿porqué no habría yo de padecer un mal igual con Esther Kikushima?. La idea me tranquilizó, hasta que el siguiente incidente rebajó a ridiculez la idea:

Ese día fui al baño, y mientras sembraba en el cráter solitario tomé el dentífrico y me puse a leer su etiqueta (Nada más oportuno y relajante): Monofluorofisfato de sodio 1.1%, sorbitol, carbonato de calcio, aroma… Elaborado por: Q.F. responsable: Esther Kikushima (Perú).

Quod scripsi, scripsi



Banda sonora